Con una escritura clara, Luis Darío Salamone va conduciendo al lector a través de los pasos sucesivos de su indagación en torno a las modalidades del goce femenino. Así, con precisión, sigue a Lacan en su indicación acerca de la afinidad que hay entre el goce femenino y aquel experimentado por los místicos, más allá de su condición biológica, y la lógica que subyace en el rechazo que este goce, por su condición de indecible, suscitó y aún suscita. Uno de los últimos apartados dedicado a la segregación de dicho goce y de lo femenino en la Edad Media le permite despejar la estructura del rechazo de manera muy lograda. Además, el afirmar siguiendo a Freud y a Lacan que los testimonios de las experiencias místicas no pueden ser encasillados en ninguna de las clásicas estructuras clínicas, ya que remiten a un goce siempre singular, no le impide al autor establecer con precisión la diferencia que existe entre una genuina experiencia mística y los delirios místicos tributarios de las psicosis.